ENTREVISTA
04/10/2019, 07:54
Fri, 04 Oct 2019 07:54:59 +0200
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En su despacho del Congreso sigue teniendo a la vista, a modo de fetiches, dos de los elementos que se llevó cuando fue elegido diputado por primera vez: una gran bandera republicana y un tablero de ajedrez. "Nos enseñaron a jugar en el instituto y no lo he dejado; me relaja". Sin embargo, la vida de Alberto Garzón (Logroño, 1985) ha cambiado radicalmente desde entonces, y el motivo tiene nombre de dos mujeres: Anna, su compañera, y Olivia, la hija de ambos, que acaba de cumplir su primer año, por lo que debe conciliar: "Los cuidados de su hija están presentes en toda las reuniones que tenemos para cuadrar los actos de la precampaña y la campaña electoral", señala una de sus colaboradores. El máximo responsable de IU se inició en las juventudes comunistas y sigue pensando que es necesario conservar la tradición comunista y una organización marxista en nuestro país. Tiene un discurso radical, pero tranquilo, de izquierdas, sin concesiones a la galería, y aunque reconoce las críticas que han surgido dentro de la organización porque se permita, en parte, que Podemos les fagocite, niega que sean el patito feo de la coalición. "Somos dos organizaciones distintas que venimos de tradiciones políticas diferentes, aunque compartimos proyecto", matiza. Dice que Sánchez está jugando con fuego y se puede quemar, incluso jugarse su carrera, porque "no hay garantías de que después del 10-N siga en La Moncloa". Afirma tener serias discrepancias con Errejón, pero insiste en que él va a seguir luchando por una unidad de la izquierda lo más amplia posible. Cree que Sánchez, con el 10-N, ha dado un balón de oxígeno a Pablo Casado, y señala que la exhumación de Franco es "una chapuza", una jugada electoral, "porque se olvida de los desaparecidos de la dictadura que hay en las cunetas".